A veces, cuando vemos tantas
ruinas de monumentos que poco a poco van desapareciendo bajo la inclemencia de los agentes atmosféricos o la desidia humana, nos embarga la tristeza y la impotencia al contemplar la desaparición de estos testimonios de la historia, que son además
nuestro patrimonio, y cuyo valor potencial es inestimable.
Pero también a veces nos encontramos con acciones políticas que se desarrollan en el sentido positivo de
la recuperación y puesta en valor de estos monumentos. Es el caso de
Santa Pola, donde
la torre vigía del Tamarit, cuyo perfil ruinoso era una imagen históricamente conocida, se ha transformado en el sólido bastión que fue en los años de su construcción.