Coronando un inmenso atolón rocoso,
semejante a un navío embarrancado, se levanta una diminuta y hermosísima ermita románica en el pueblo de
San Pantaleón de Losa. Con la silueta de la Sierra Salvada al fondo, y en un paraje natural que respira espiritualidad y sensación de secretos ocultos. Un fuerte telurismo parece impregnar toda la zona y el sentimiento que se tiene al pisarlo de que nos hallamos en un lugar cargado de poder es de una fuerza poco frecuente. Una inscripción conservada en uno de los muros del templo nos informa de que el obispo Don García de Burgos consagró la ermita en el año 1206.
Aunque dicho acto revistió las solemnidades dedicadas a una basílica y el edificio se cuenta entre los más importantes monumentos románicos, tiene un tamaño reducido. De hecho, su acceso sólo es posible a pie, tras remontar un empinado sendero.
La portada es uno de los elementos más atractivos y originales de este monumento: un gigantón y un enorme zigzag, a modo de columnas, soportan los numerosos arcos de medio punto que configuran la arquivolta exterior. Son muchas las explicaciones que se han dado de ambas representaciones iconográficas. El gigantón o atlante, que aparenta estar encogido y triste, presenta una curiosa barba y una no menos llamativa túnica, ceñida por un cinturón, con un manto recogido y terciado al hombro. Entre sus manos sujeta una especie de saco o bolsa, que ha hecho suponer su carácter de peregrino, asociándolo a algún tipo de búsqueda especial: ¿el Grial? La presencia de numerosos monstruos, máscaras grotescas y animales fantásticos a lo largo y ancho de la ermita han dado pie a toda una serie de leyendas, entre las cuales la del Santo Grial es la más destacada. Guardianes gigantescos, fuerzas del mal desatadas, hombres prisioneros que sólo dejan ver sus rostros y piernas.
No suele ser habitual tanto lujo decorativo en una ermita rural aislada.
No es improbable que, detrás del simbolismo hermético, los constructores de San Pantaleón pretendieran esconder un mensaje, ayudándose del entorno natural.
A tan sólo cinco kilómetros de esta enigmática ermita se encuentra el pequeño pueblo de Criales de Losa, cuyo nombre evoca la raíz «grial». De cualquier forma, no deja de ser sorprendente la cercanía geográfica de una sierra, la Salvada, y un pueblo, Criales,
que aluden tan directamente a la leyenda del Cáliz Santo. No hay en toda la geografía española ningún otro pueblo o lugar que acumule nombres tan sugerentes.
La ermita
La Puerta