21 DE JUNIO DE 1945 ESTADOS UNIDOS TOMA OKINAWA
Mientras MacArthur proseguía su lento avance por el frente sur del Pacífico, tratando de terminar la lucha en el archipiélago filipino y neutralizando la presencia japonesa en Borneo, Nimitz disponía sus fuerzas para lanzar una estocada mortal a Tokio: la conquista de la isla de Okinawa, la mayor del archipiélago de Riu-Kiu, abrupta, rocosa, bastante poblada y con una poderosísima guarnición.
Los planes se estudiaron antes de que finalizase la conquista de Iwo Jima y el desembarco se fijó para el 1 de abril de 1945. Los británicos quisieron integrar su flota de Extremo Oriente (vicealmirante Rawlings), compuesta por 22 unidades.
La Marina de E.U., subordinada a Spruance, concentró ante la isla la flota de guerra más poderosa de todos los tiempos: 40 portaaviones (22 de ellos de ataque, con más de 2.000 aviones), 20 acorazados, dos cruceros de batalla, unos 30 cruceros de batalla, unos 200 destructores y buques de escolta y cerca de un millar de transportes y buques de desembarco. Las tropas dispuestas para la acción eran tres divisiones de marines y tres de infantería del Ejército, que totalizaban 172.000 combatientes y 115.000 destinados a los servicios.
Por parte de Japón, Un ejército de 100.000 hombres (Ushijima) esperaba el desembarco, enterrado en sus cuevas, bien provisto de artillería y con intención de perecer en sus refugios o acribillado en los ataques banzai hechos a ciegas contra los bárbaros blancos.
Más de 2.000 aviones esperaban, en los campos japoneses, la batalla de Okinawa. Muchos eran kamikazes. En sus bases de Formosa y Kyu-Shu todo estaba preparado para celebrar el funeral de los pilotos, con el suicida presente, listo para despegar.
Por fin llegó el día de Pascua, 1 de abril de 1945. A las 8.30 de la mañana, la primera andanada de artillería naval estremeció los 1.176 kilómetros cuadrados de la isla. Durante las tres horas siguientes, buques y aviones batieron con furia la zona de desembarco y las posiciones reales o supuestas de los japoneses.
La lucha, que se prolongó tres meses, revestiría una dureza inaudita y sólo igualada por la que anteriormente ofreciera Iwo Jima. El avance norteamericano, apoyado por el fuego de la escuadra y el continuo bombardeo aéreo, fue de lentitud desesperante, registrándose muchas jornadas combates feroces que no lograban despejar más de 10 metros de terreno.
A mediados de mayo, las principales defensas japonesas habían caído y los norteamericanos comenzaron a limpiar el terreno y las últimas líneas que protegían Naha, capital de la isla. La resistencia, aunque menos eficaz, seguía siendo tremenda, salpicada por ciegos ataques banzai, que dejaban el terreno cubierto de muertos.
Aquello era el final, pero las abundantes lluvias retrasaron las operaciones. Recién ell día 21 de junio, el general Ushijima y su jefe de Estado Mayor tomaron su ritual comida de arroz. Luego se hicieron el harakiri. La resistencia cesó y unos 7.000 hombres se rindieron. Otros se lanzaron al mar, contra los campos de minas o se abrieron el vientre. Unos 110.000 militares y civiles japoneses murieron.
Por parte norteamericana, las pérdidas eran también muy graves: las fuerzas desembarcadas tuvieron 7.613 muertos y 32.000 heridos; 26.000 soldados fueron retirados por enfermedades diversas. La flota también registró muchas bajas, más de 5.000 muertos, más de 6.000 heridos y cercó de un millar de aviones perdidos, aparte de los buques ya reseñados.
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