Solo durante la infame Primera Guerra Mundial, Kolmaskop dio 1.000 kg de diamantes. Pero este nivel extractivo hizo que muy pronto el ritmo no pudiera ser sostenido y la tierra empezó a dar cada vez menos y menos piedras preciosas. Se empezó a excavar en las cercanías y se encontró una nueva fuente de riqueza en Oranjemunden, en lo que ahora es Sudáfrica. La codicia se mudó allí y esta se convirtió en la ciudad fantasma que las arenas del desierto no tardaron en reclamar como propias.
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