Se conocen otras versiones que pudieron haber dado origen al nombre de «Venado Tuerto».
Una de ellas indica que antes de la llegada de Eduardo Casey, estos parajes ya se conocían con dicho nombre debido a que próximo a una laguna que existía en el distrito de lo que hoy conocemos como Cristophersen, vivía un hombre extraño, en la mayor soledad y alejado tanto del blanco como del indígena lo que despertaba verdadera curiosidad; se ocultaba en los pajonales y se suponía que sus facultades mentales estaban alteradas, razón por la cual el indígena le temía. Se dice además que era tuerto y por el hecho de no tener la compañía de una mujer recibía el mote de «venado»; de allí que cuando hacían referencia al sitio, se lo reconocía como paraje del «venado tuerto».
La segunda versión tiene que ver con «aparecidos», creencia tan común en nuestro ámbito rural, y cuenta que en oportunidad en que un cuatrero que llegaba a afincarse en estos parajes solitarios, cabalgaba al caer la tarde, junto a un cañadón y de pronto, de entre las matas de juncos, surgió la figura de un venado que arrojaba fuego por su único ojo asustando al caballo que emprendió alocada carrera hasta detenerse en el poblado. Conocido el hecho, comenzó a tenerse respeto por esta visión ya que los parroquianos, supersticiosos, creían ver en ella el espíritu del venado tuerto protegiendo el lugar.