La geografía actual, vista por Google Earth, nos muestra las cicatrices de las pruebas nucleares, como la Castle Bravo en el atolón de Bikini, Islas Marshall, donde el 1 de marzo de 1954, el Ejército de EE.UU. detonó una bomba termonuclear.
La explosión que se esperaba produjera 4-6 megatones de fuerza explosiva produjo en su lugar 15 megatones. La nube de hongo de aire sobrecalentado, el agua y la lluvia alcanzaron los 40 kilómetros en el aire - hasta la estratosfera - y, finalmente, se extendió a cuatro continentes. Era la prueba más grande en suelo de una bomba de hidrógeno en la historia de EE.UU.
La huella que dejó es un cráter de 2 kilómetros de ancho y 80 metros de profundidad.
Como consecuencia, la contaminación radioactiva superó ampliamente las previsiones que manejaban los mandos militares de la época y acabó provocando una auténtica catástrofe medioambiental, cuyas consecuencias se vieron agravadas además por los fuertes vientos que azotaban la zona en aquellos días.
Hoy día ya tenemos material desclasificado como para ver que fue todo aquello.