Cuentan los lugareños, que en este lugar de la Mancha, famoso por la riqueza de sus melonares, había un propietario de burdeles, llamado El Ciego, que organizó un escándalo mayúsculo, después de muerto a cuenta de sus últimas voluntades.
El Ciego se había hecho rico también con los
melones, pero los de otro tipo, aplicando los conceptos de orientación por "segmento de mercado" al mas antiguo oficio de la humanidad: es decir que había creado burdeles especializados de alto standing, para clase media y para hombres de pocos recursos... con lo que al final había tenido
trato con todo el pueblo y gran parte de la comarca.
En vida, El Ciego no paraba de repetir la siguiente frase:
Cuando me muera, que me toquen el “Adiós muchachos, compañeros de mi vida”; así me despediré de los que me acompañaron en los buenos ratos y de los que me dieron dinero a ganar»
El problema se planteo que a la muerte de El Ciego, sin herederos, había plantado su exigencia en su testamento, bajo amenaza de que si la banda municipal no tocaba, el pueblo no recibiría la herencia.
El alcalde y las clases influyentes, se negaron en redondo... y el pueblo llano, sobre todo por llevarles la contraria, apoyo la exigencia del fallecido.
El resultado es que al final gano el pueblo, muy a pesar de la resistencia de sus gobernantes.
El Ciego tuvo el entierro que había soñado (con Banda, música y autoridades
![Riendo Riendo](/images/smiles/icon_lol.gif)
) y eso dio lugar a esta curiosa historia que fue incluso plasmada en una película: El entierro del Ciego de Tomelloso.
Cuentos republicanos, de Francisco García Pavón
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