Skógafoss destaca por la espectacularidad de su impoluta y blanca cortina de agua que cae desde los 60 metros y el ancho de corriente de 25 metros. Inmersa entre musgos y demás vegetación de color verde radiante sobre el campo de arena negra, Skógafos parece una imagen de postal, un lugar de esos que creemos que no existen y de esos que solo se ven en películas. Pero Skógafoss es real, un milagro y un obsequio de la naturaleza, un lugar mágico que atesora una gran belleza y que por ello se ha convertido en una de las cascadas más conocidas y visitadas de Islandia.