Bajo un sol abrasador, mientras pisamos descalzos la arena caliente de unas dunas dignas del Sáhara, se nos acerca un criador de caballos. Vigilando a su rebaño que pasta en unos mechones de hierba seca en la distancia, nos confiesa que acaba de realizar un ritual pagano, para invocar la clemencia del cielo, ya que desde hace tres meses no llueve en esta tierra árida.
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