Pedro el hermitaño, o San Pedro de Amiens, fue un predicador exaltador de masas de la Edad Media, que organizo la llamada cruzada de los pobres.
Tras la caída de Nicea (actual Iznik) en manos musulmanas, se produjo una reacción en Europa, alentada por el Papa Urabano II.
Pedro era un hombre sin cultura, pero que con un discurso antisemita y violento encandilo a las masas y consiguió reunir un fervoroso ejército de unos 40.000 personas pertenecientes a las clases humildes y sin cultura en su mayoría y que incluía bastantes mujeres y niños.
En mayo de 1096 emprendieron la marcha y llegaron a Constantinopla, no sin antes dejar bastantes poblaciones saqueadas y haber causado algunas matanzas de judíos a su paso por distintas ciudades y territorios de reinos cristianos. Por ejemplo fueron expulsados de Hungría tras perpetrar varias matanzas y saqueos.
El emperador Alejo Comneno, puso todo su interés en que los cruzados (mas bien un ejercito de harapientos y maleantes) cruzaran el Bosforo, aunque les aconsejo que esperasen a los ejércitos de la nobleza, antes de de dirigirse a atacar Nicea.
Sin embargo los "iluminados" no atendieron a razones y fueron emboscados por los ejércitos Selyúcidas en las llanuras de Anatolia, cerca de la ciudad de Nicea y fueron masacrados, aunque Pedro escapó de la matanza.
Después de esto Pedro el Ermitaño esperó a que los nobles occidentales llegaran a Constantinopla, lo que sucedió en mayo de 1097, y se unió a la expedición.
El descenso por la costa fue también un baño de sangre.
El 2 de junio de 1098 los cruzados entraron en la importante ciudad de Antioquía matando a casi todos sus habitantes: sin mucha distinción de credo.
En diciembre de ese año, la ciudad de Ma'arrat al-Numan fue capturada tras un asedio en el que, además de finalizar con el asesinato de toda la población, se produjeron episodios de canibalismo por parte de los cruzados.
Jerusalén fue tomada el viernes 15 de julio de 1099 y Pedro se convirtió en capellán del ejército victorioso. Su sermón en el Monte de los Olivos precedió al saqueo de la ciudad y a la matanza de sus ciudadanos desarmados: musulmanes, judíos e incluso cristianos.
A lo largo de esa misma tarde, la noche y la mañana del día siguiente, los cruzados desencadenaron una terrible matanza de hombres, mujeres y niños, que habían permanecido en la ciudad. Aunque muchos musulmanes buscaron cobijo en la mezquita de Al-Aqsa y los judíos en sus sinagogas cercanas al Muro de las Lamentaciones, pocos cruzados se apiadaron de las vidas de los habitantes. Según la obra anónima Gesta Francorum:
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"...la carnicería fue tan grande que nuestros hombres andaban con la sangre a la altura de sus tobillos..."
Uno de los hombres que participó en aquella masacre, Raimundo de Aguilers, canónigo de Puy, dejó una descripción para la posteridad:
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«Maravillosos espectáculos alegraban nuestra vista. Algunos de nosotros, los más piadosos, cortaron las cabezas de los musulmanes; otros los hicieron blancos de sus flechas; otros fueron más lejos y los arrastraron a las hogueras. En las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón, que los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares la sangre nos llegaba hasta la rodilla. Cuando no hubo más musulmanes que matar, los jefes del ejército se dirigieron en procesión a la Iglesia del Santo Sepulcro para la ceremonia de acción de gracias»
La Gesta Francorum establece que algunas personas lograron escapar a la toma de Jerusalén vivas. Su autor escribió:
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"Cuando los paganos habían sido vencidos, nuestros hombres capturaron a muchos, tanto mujeres como hombres, y o bien les daban muerte o les mantenían cautivos.
...
También ordenaron que todos los sarracenos muertos fuesen enviados fuera de la ciudad debido al hedor, puesto que toda la ciudad estaba llena de cuerpos; y por ello los sarracenos vivos arrastraron a los muertos hasta las salidas de las murallas y los colocaron en piras, como si fuesen casas. Nunca nadie pudo ver u oír de una masacre como esa de paganos, puesto que las piras funerarias se alzaban como pirámides, y nadie sabe su número salvo el mismo Dios."
Dos mil judíos fueron encerrados en la sinagoga principal, a la que se prendió fuego.
Pedro el hermitaño (o San Pedro de Amiens) regresó a Huy (Bélgica) en 1100 y fundó allí el monasterio de Neufmoustier, en el que murió en 1115.
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Un ejemplo de santo genocida.