Alija del Infantado es un pueblo pequeño situado al sur de la provincia de León. De su noble pasado, acodado en la Vía de la Plata, queda en la Vizana un puente cuyos tajamares romanos señalan, aguas arriba, el sitio del Paso Honroso.
Tierra de peregrinos, custodiados por los caballeros del hábito blanco del Temple, su castillo de torres poderosas guardaba en su interior el palacio de los Ponce, famoso linaje que siendo de León, envió a uno de los suyos, andando el tiempo, a tierras nuevas que bautizó de La Florida. Los recios castillos aguantan mejor el paso del tiempo que el de los hombres y así sus torres volaron y ardieron sus viejas vigas de madera en la retirada inglesa de diciembre de 1809.
Este pequeño pueblo ha recibido la gratitud de la Armada por una curiosa marca: es, en proporción a su número de habitantes, la localidad de interior que ha ofrecido a la Armada más marinos: treinta y cinco hasta la fecha.
El cuatro de mayo de 1991, el entonces Jefe del Estado Mayor de la Defensa, almirante Gonzalo Rodríguez Martín-Granizo, acompañado del también almirante Carlos Vila Miranda y del vicealmirante Luis Carrero Blanco y Pichot, hizo donación al pueblo del ancla de una tonelada y media de peso que perteneció al crucero Canarias en el que estuvo embarcado.
Dijo el almirante sentirse orgulloso de “ver clavada en seco un ancla que viene a demostrar la generosidad de las gentes de esta tierras”
Al año siguiente de hacer entrega del ancla falleció el almirante Martín-Granizo. Y hace unos días, el pasado 29 de noviembre, en un emotivo acto, el pueblo de Alija del Infantado le erigía un busto en la Plaza de la Marina tras haberle nombrado hijo predilecto.
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