El Thingvellir National Park, es una magnífica evidencia de la gran singularidad geológica de Islandia. Pero para mí, lo más insólito es el caso de que la fractura entre placas tectónicas de Norte América y Eurasia, pase precisamente por allí, siendo visible en tierra emergida, cosa que se da en muy pocos lugares del mundo.
Uno de los reclamos turísticos del lugar estriba en bucear en las aguas cristalinas que ocupan dichas fracturas en el lago Þingvallavatn, cuyo aliciente máximo es la idea de que en algunas angosturas puedes tocar al mismo tiempo dos continentes con ambas manos. En contra, la frialdad de las aguas, y la ausencia de fauna y flora submarina que tradicionalmente son el encanto del buceo. Esto es otra cosa.