En Aguilar faenaban hasta cinco fábricas de galletas que transportaban sobre sus cintas un río infinito de medallones crujientes. Aún así, Aguilar de Campoo sigue siendo un pueblo galletero y el aroma de la vainilla recién removida se destapa de manera inesperada a la vuelta de cualquier esquina.
Por supuesto, eso no fue siempre así. La industria galletera comenzó en Aguilar a principios del siglo XX de la mano de los Fontaneda. Así que desde el principio de los tiempos es decir, desde que hubo pájaros por el cielo hasta ese momento maravilloso en el que el aire se volvió nutricio, más bien fue todo lo contrario: dicen quienes saben de eso, y parece más que evidente, que el topónimo de esta localidad significa “nido de águilas”. Osea, mal lugar para polluelos indefensos de cualquier especie por muy perfumado que anduviera el aire.
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