Una nave poderosa de 470 tripulantes, mandada por el comandante Kretschmann, se encontraba anclada en la rada del puerto de Málaga en espera de recoger al embajador alemán, de misión en Marruecos.
El día 15 se presentó, desapacible en la ciudad, los barómetros de la nave así lo indicaban y al amanecer del día siguiente se desató la tormenta. Fuerte temporal de Levante. Desde el puerto, se aconsejó a las autoridades de Marina recomendar al comandante alemán que fondease la nave en su interior.
En vez de eso, Kretschmann mandó anclar la nave. Estaba seguro que aquello bastaba para soportar, cualquier tormenta que se podía dar en aquella rada. A eso de las 11:30 h. De la mañana las anclas garreaban incomprensiblemente por el fondo arenoso de la bahía. Dada la fuerza del viento, la nave se arrastraba irremediablemente hacia la costa, zarandeando a todo el barco y empujándolo peligrosa e irremediablemente hacia las piedras del dique de Levante. La solución se hacía más difícil y angustiosa. Finalmente se rompería también la segunda y última ancla y fue entonces cuando la fragata quedó a merced de las olas y del huracanado viento.
A las 11.30 de 16 de Diciembre de 1900 la fragata de guerra Gneisenau, ya zozobraba, pegando bandazos con la amura una y otra vez contra la escollera del dique de Levante. El barco ya estaba perdido.
En esta terrible situación se dispuso la evacuación de la tripulación, botando al mar varios botes; botes que tan pronto se llenan de náufragos como se hunden en el mar, arrastrando la carga de muchos hombres que se confunden con las irritadas olas. Las campanas de las iglesias de la ciudad tocaban arrebato.
Varias embarcaciones se hicieron a la mar desde el puerto, logrando rescatar a algunos marineros casi desfallecidos; otras no tenían la misma fortuna y eran a su vez presa de las aguas. Otros grupos arrojaban desde las peñas cuerdas a los hombres que luchaban desesperadamente contra las olas y las rocas.
De sus 466 tripulantes, perecieron 41, incluido el capitán, y resultaron heridos un centenar, que fueron atendidos en varios hospitales de la ciudad y en el Consulado alemán, pero también en hogares particulares que se ofrecieron a ello.
Málaga entera, junto con los supervivientes, acudió al enterramiento y oficios religiosos de las víctimas en el cementerio inglés de la ciudad. Un mausoleo recoge los restos de estos hombres.
Por todo lo acontecido, la reina María Cristina, en nombre de su hijo el rey Alfonso XIII, concedió a la ciudad de Málaga el título de “Muy Hospitalaria”, que desde entonces rotula el escudo de la ciudad.
En septiembre de 1907, una gran inundación asoló Málaga y destruyó varios de los puentes que cruzaban el Guadalmedina, entre ellos el original de Santo Domingo.
Esta tragedia llegó a oídos del káiser Guillermo II quien con un generoso donativo abrió la cuestación popular para construir el puente de Santo Domingo, en la que también participó decididamente la gran colonia de alemanes existente en la ciudad desde finales del siglo XIX. La estructura comenzó a construirse en agosto de 1909 y la inauguración se produjo el 16 de diciembre.
"Alemania donó a Málaga este puente agradecida al heroico auxilio que la ciudad prestó a los náufragos de la fragata de guerra Gneisenau. 1900-1909", reza una placa instalada en uno de los arcos de la pasarela.