Otro rasgo muy característico es la forma de los tejados que rematan estas construcciones: los mogufan (‘tejados-seta’), que deben su nombre a su peculiar estructura. A su vez, los tejados de paja (más resistentes) y los de paja de arroz (los más recurrentes) son de cuatro aguas en las casas de los hani, y de dos en las de los yi, otro grupo étnico minoritario muy presente en la zona.
No hay que perderse el Museo de la Cultura Hani, un edificio de madera situado en la plaza central, y la plaza de las Fiestas, que cada verano acoge el festival de Guzhazha.
Yunnan, en el sur del país, donde emerge una pequeña villa que parece sacada de un cuento de hadas: la encantadora Jingkou.
Pasear por sus calles será sin duda un gran estímulo para el recién llegado, que podrá conocer más acerca de las minorías étnicas del gigante asiático acercándose a una de las más conocidas: los hani. Poco más de media jornada será suficiente para disfrutar de este enclave indispensable.
Jingkou se halla a tan sólo 6 km de la localidad de Yuangyang. Una explanada de piedra y un pórtico y un pórtico cubierto de paja marcan el acceso al pueblo, a la izquierda de la carretera principal. A continuación, hay que descender por el pedregoso sendero que se adentra en el valle. El precio de la entrada a Jingkou equivale a 1,5 euros, aproximadamente, y permite visitar todos sus rincones.
Una vez dentro del recinto, el viajero se sentirá transportado a otra época. A ello contribuye el sistema de construcción de sus singulares edificios, realizados en adobe y con muros recubiertos con boñigas de búfalo, que ayuda a aislar las viviendas del frío.