Un magnÃfico reportaje que nos da idea de este voraz progreso que se devora asà mismo continuamente para convertirse en algo nuevo, pero que dentro de nada habrá envejecido para repetir el ciclo.
"En Shanghai, la preferencia de paso en los cruces está en relación directa con el tamaño del coche que se acerca". Con esta premisa, se puede intentar recorrer la ciudad en 24 horas, pero siempre teniendo en cuenta que los semáforos y los pasos de cebra son sólo adornos en las calles. El visitante tiene, además, la sensación de que Shanghai es una ciudad que se devora a sà misma, sobre todo en el barrio de Puxi, el centro de esta macrourbe de más de 13 millones de habitantes. Las autoridades municipales derriban con toda la velocidad que les es posible los pequeños edificios del centro para levantar en su lugar gigantes e imposibles rascacielos. Los mejores arquitectos del mundo son sus muñidores. Ciudad de inmensos contrastes, mezcla en sus calles viejas viviendas coloniales con edificios de hasta 80 plantas.
Abordados por los vendedores de relojes y bolsos, los turistas descubren el gran espectáculo de la ciudad de los 4.000 rascacielos. El tren bala marca el paso de una urbe imparable.