El Callejón se llamaría Hamel por los tiempos de los tiempos, ni siquiera los esfuerzos del gobierno neocolonial en 1913 para comprar los terrenos fructificaron, nada podría interponerse en el destino. Eso sí, tal vez nunca pensó Belleau Hamel que en ese pequeño espacio florecieran tantas pinturas, tantos murales, tantas esculturas, siempre vibrando por la música insaciable de los tambores que dan vida en cada instante al Callejón desde 1990.
En el Callejón se rinde tributo a la cultura afrocubana, algunas obras están hechas de restos de viejas bicicletas o de bañeras abandonadas, relucientes ahora luego de tomar color. Además, existe un Nganga, lugar sagrado para la celebración de los ritos de la religión de Palo Monte.