Nadie los visitaba, ni siquiera los nombraban antiguamente. Su vida había llegado al fin. Estuvieron en vida latente por muchos años, hasta que en 1860 alguien llamó a su puerta. Fue un naturista francés que, según dicen, estaba siguiendo a una mariposa. Tal vez nos cuenten esto para darle más romanticismo a la historia, o tal vez la historia sea lo suficientemente romántica.
Si los templos de Angkor pudiesen hablar… ¿qué tendrían para contarnos? En nuestras vidas pensamos que pasamos por muchas situaciones, pero ellos en sus más de 800 años de existencia pasaron por tantas cosas.