El Anfiteatro se situó fuera del núcleo urbano, aunque muy cerca de la ciudad. Este emplazamiento no es ocasional, ya que se hallaba muy próximo a la Vía Augusta, poco antes de que esta se adentrara en la ciudad, y cerca de la playa, donde se descargaban los animales que debían participar en los espectáculos.
El Anfiteatro completó la trilogía de edificios de espectáculos (teatro, circo y anfiteatro) distintivos de una ciudad romana de primer nivel, capital de una de las provincias imperiales. Su construcción es el resultado de la donación evergética de un flamen provincial (sacerdote imperial) cuyo nombre se desconoce, aunque se sabe que vivió a principios del siglo II dC.
Tras la conquista romana, Carmo, se convirtió en uno de los municipios más importantes de la Bética, como lo demuestran sus murallas, sus puertas de Sevilla y Córdoba, sus termas o su necrópolis.
La ciudad acoge uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la España antigua, formado por una necrópolis, con más de 250 tumbas y un anfiteatro romano, ambos datados en el siglo I antes de Cristo, que se levantan, poderosos, al final de la calle Jorge Bonsor.