En Briñas nos dimos un paseo muy agradable entre sus callejuelas. Llegamos sin esperar nada y nos fuimos con una grata sensación. Los viñedos rojizos fue los primero que nos encontramos al llegar rodeando esta pequeña villa, también perfilada por el caudaloso río Ebro a la altura del Tondón, meandro del río, y lugar que da nombre a Villa Tondonia (bodega de la que os hablábamos anteriormente). Fuera de sus límites, casi para cualquier lugar que miraras todo te recordaba al vino: viñas y agua.
En esta pequeña toma de contacto con la zona paramos en alguno de sus pueblos, como Ezcaray, donde disfrutamos de su gastronomía. En Nájera, nos impresionamos con su monasterio, visitamos los dos de San MIllán de la Cogolla (Yuso y Suso), pasamos a la zona de la Rioja Alavesa para irnos de pintxos por Laguardia, estuvimos en Haro y nos cautivó este pequeño pueblo del que hoy os vamos a hablar: Briñas.