Quemado por el sol y poblado únicamente por espejismos, este universo del efímero mundo acuático solo deja aparecer sus extensiones de sal cegadora y de arcilla agrietada a lo largo de más de 100 kilómetros.
Estos oasis de montaña, como el de Chebika, que se hunde en gargantas desecadas por el viento del desierto, permite descubrir el diamante de una fuente cristalina que brolla de la roca, transformando su resplandor milagroso en una deliciosa explosión de verdor.