Uno de esos dientes fue a parar a las manos de Johan Gunnar Anderson (1874-1960), un geólogo sueco que estaba trabajando en Pekín contratado por el gobierno chino.
Al analizarlo, Anderson se dio cuenta que se trataba de un fósil de mamífero extinto. Consultó con el paleontólogo austríaco Otto Zdanksy, compañero suyo de trabajo en tierras chinas, y ambos fueron guiados por los lugareños hasta el lugar de los hallazgos y empezaron las excavaciones.
Se trata de un cerro calcáreo como otras decenas en las afueras de la metrópoli en el que nadie reparó demasiado hasta 1921. Sin embargo, la leyenda ya contaba que los habitantes del pueblo ven-dían dientes fósiles haciéndolos pasar por dientes de dragón, a los que atribuían poderes curativos.
Escultura del cráneo del ‘Hombre de Pekín’ que se encuentra en la entrada del yacimiento en Zhoukoudian. La placa indica el lugar donde fue encontrado el ‘Hombre de Pekín’. Imagen de la entrada a una cueva próxima al museo.
Situado a 42 kilómetros al suroeste de Pekín, este sitio sigue siendo objeto de excavaciones arqueológicas y estudios científicos. Aquí se descubrieron primero, acompañados de diversos objetos, los restos del sinanthropus pekinensis que vivió en el Pleistoceno medio. Posteriormente, se hallaron restos de homo sapiens sapiens que se remontan a un periodo comprendido entre los años 18.000 y 11.000 a.C. Este sitio aporta un testimonio excepcional no sólo sobre las sociedades del continente asií¡tico en tiempos muy remotos, sino también sobre la evolución del ser humano.