La parroquia es una gran iglesia que imita el románico, flanqueada por unas palmeras de plástico amarillo y con banderines de alegres colores. Los banderines también están dentro del templo, en el que caben 3.000 personas y que se abarrota cada domingo. En la fachada de la iglesia, dos altavoces a plena potencia transmiten a todo el pueblo la recitación del Rosario que salmodian numerosos fieles durante la media hora anterior a la misa.
Liuhecun, con apenas 7.000 habitantes, es el pueblo más católico de China. Profesa esta fe el 90 por ciento de sus habitantes, y lo hace con entusiasmo. El pueblo está a una hora de coche desde Taiyuan, la capital de la región de Shanxi, una zona bastante pobre.
No es fácil llegar a él, pero ya en los campos que le rodean aparecen pequeñas iglesitas católicas aquí y allí, una visión insólita en China después de la concienzuda destrucción de templos durante la Revolución Cultural. Lo primero que uno se encuentra a la entrada de Liuhecun son tres estatuas de santos de indudable romanidad: San Pedro con las Llaves del Reino, San Pablo y San Simón.