Luarca es tan blanca que no parece atlántica. Además, es la única de toda Asturias flanqueada por dos miradores y dos capillas: la blanca, al este, y la de San Roque al oeste, y la que tiene el cementerio más bello de todo el Cantábrico.
Por supuesto, los alrededores de la Villa Blanca son una fuente inagotable de gratos descubrimientos: uno de los botánicos más grandes y exóticos de toda Europa; un Parque a medio camino entre la Tierra y el Cosmos; un Cabo donde soplan los mejores vientos y se confeccionan los mejores pasteles de España; una romería asturiana al pie de un acantilado, o las más bellas playas para disfrutar de insólitos parajes, de baños de ensueño o de olas increíbles.
Y Luarca, su capital, es una apacible villa marinera, que fue un importante puerto pesquero desde la Edad Media, y que conserva muchos vestigios de ese glorioso pasado: antiguos barrios, los restos de una fortaleza, la Mesa de Mareantes y Navegantes, puentes con leyenda, o palacios y casas blasonadas. Por si esto fuera poco, vio nacer al Premio Nobel de Medicina, Severo Ochoa, y de él conserva muchos recuerdos.