Los tonos coloridos del palacio, máximo exponente del romanticismo en Portugal y la eterna obra del rey-artista D. Fernando II, abren las puertas a la imaginación de todos los que llegan allí, y los infinitos tonos de verde que pintan el parque circundante constituyen un entorno idílico, a menudo bajo el velo de la niebla característica de la cordillera de Sintra. Como salido de un cuento de hadas, este lugar hace que todas las generaciones de los que pasan por allí y que quedan deslumbrados por él.
Palacio de la Pena, Estrada da Pena, Sintra, Portugal
El Palacio Nacional de Pena es como una joya sagrada que corona la Serra de Sintra. El parque circundante, en sintonía con el carácter feérico del palacio, despierta emociones de misterio y descubrimiento. En las esquinas, los ojos se pierden en el encanto.
En ella destaca su hermoso retablo renacentista, su torre exterior y sus obras de arte expuestas en el Museo Parroquial. También vale la pena admirar los palacios y casones, como el del Dr. La Encina, la Casa del Inquisidor o el Lienzo de Doña Ana, de hermosas fachadas, así como el Museo Antonio Martínez , para acercarse a la historia del lugar. No se vaya sin probar los "miguelitos", un dulce de hojaldre y crema cuyo secreto reside en una cuidadosa y artesanal elaboración.
La historia cuenta que esta finca de Doñana pasó a ser propiedad del duque de Tarifa cuando contrajo matrimonio con María de los Ángeles Medina Garvey. El duque, que era ingeniero de Montes, explotó el terreno, plantó muchos árboles y terminó la construcción del edificio, que merece la pena conocer si haces turismo en Huelva.
Sus calles recuerdan aquel pasado con numerosos edificios religiosos y civiles de la época: palacios, iglesias, ermitas, conventos.
Vale la pena darse un paseo por sus alrededores, ya que en pocos kilómetros se hallan monumentos tan destacados como el castillo de Javier y el monasterio de San Salvador de Leire, así como espectaculares paisajes: las foces de Lumbier y Arbayún, y los valles de Roncal y Salazar, ya en los Pirineos. No se vaya de Sangüesa sin admirar su artesanía, y sin probar su deliciosa gastronomía, donde no faltan las verduras y legumbres, las carnes rojas, el queso, las setas, la caza y la pesca.