Fundada a principios del siglo V, la estupa muestra pintados los ojos y cejas de Buda, donde se añade el símbolo del país, la unidad del pueblo nepalí. Ancestral y silencioso es como permanece, aunque siempre custodiado por los monos sagrados a los que el templo menciona, y que deben su origen a Bodhisattva, santo de la sabiduría y el aprendizaje, que los alumbró entre los piojos de su largo cabello.
Lugar sagrado entre tibetanos, budistas e hindúes peregrinos, el recinto ocupa una posición geográfica central que la destaca sobre el resto de edificios religiosos. El complejo se constituye por una estupa, una variedad de santuarios y templos, a las que se le han sumado un monasterio, el museo y la biblioteca. Según cuenta la historia, el templo creció a partir de una flor de loto que despertó en el valle cuando este quedaba ahogado en un gran lago.