De origen medieval, desde antiguo se asigna la denominación "aceña" a los mecanismos o ingenios hidráulicos que funcionan en ríos con gran caudal, mientras que se reserva la denominación "molino" a aquellos ubicados en cauces de menor caudal.
Durante la Edad Media era muy habitual la existencia de numerosas aceñas ubicadas en las riberas de los ríos zamoranos, aprovechando la fuerza motriz de las corrientes, sobre todo en la ciudad de Zamora a orillas del Duero. Cinco conjuntos de aceñas todavía subsisten en la ciudad, lógicamente todos ya fuera de uso productivo desde comienzos del siglo XX: son las aceñas de Olivares, Pinilla, Cabañales, Gijón, y Pisones.
El funcionamiento de las aceñas se hacía mediante un desvío hacia una presa o azud que, a su vez, canalizaba el agua hacia las ruedas que movían las muelas para la molienda del trigo.
En sus edificaciones de piedra, son singulares, las formas de espigón o tajamares para canalizar las aguas.
Entre los siglo X y XII pasaron a ser propiedad de la iglesia, algunas de ellas como las de Olivares y Pinilla eran del Cabildo Catedralicio, y así se mantuvieron hasta la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX en que pasaron a manos privadas.
Con el advenimiento de las máquinas de vapor las aceñas fueron dejándose de usar. Se abandonaron y finalmente algunas tuvieron que ser rehabilitadas como museo y en su interior se instaló el Centro de Interpretación de las Industrias Tradicionales del Agua.