Durante la segunda mitad del siglo XVIII la Historia de España habrá de contemplar como el espíritu ilustrado de la Corte de Carlos III acomete una serie de reformas sociales encaminadas a procurarle al pueblo llano la felicidad que éste no podía procurarse por si solo. Se trataba de dinamizar las estructuras agrarias que habían estado anquilosadas durante siglos, dando lugar a una nueva clase de propietarios agrícolas procedentes de los grupos menos favorecidos, a los que se les cedería la tierra suficiente que pudieran cultivar junto a su familia (unas 50 fanegas de entonces, 33 hectáreas de hoy) y con la pudieran vivir.
En este ámbito se llevó a cabo el proyecto de repoblar las estribaciones deshabitadas de Sierra Morena, amparadas por el Fuero de Población promulgado por Carlos III en julio de 1767, naciendo bajo su tutela las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, entre las que se cuenta ésta, la Real Población del Sitio de Guarromán, con el loable fin de hacer una sociedad modelo de agricultores en la que pudieran mirarse los pueblos de España, y en especial los de Andalucía, según argumentaba Pablo de Olavide y Jáuregui, a quien el propio rey Carlos III había puesto al frente de esta empresa, la que habría de ser considerada como el proyecto estrella de su reinado.
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