Era joven, su edad apenas llegaba a los seis años. Tenía el pelo castaño corto y lustroso. Los remos finos, las ancas poderosas, los ojos brillantes, vivos, de lagrimales sangrientos que le dan a la mirada un poquitín de fiereza. En la nalga izquierda tiene el recuerdo glorioso de los balazos que recibió en el combate. Son dos cicatrices negras y brillantes como dos pedacitos de charol incrustados en el cuello.
Con estos términos describió Carlos Guillén en 1922 a uno de los pocos seres vivos que desde Igueriben pudieron escapar y llegar con vida a la plaza. Un año después descansaba y recuperaba sus heridas. Era la mula de Igueriben.
Había llegado al campamento de Annual junto a las fuerzas de la comandancia de Intendencia. El 17 de julio el coronel Arguelles (jefe de la circunscripción) ordenó formar un convoy para intentar socorrer a los soldados que en Igueriben ya vivían momentos de angustia. A las 14.30 de ese día el parque móvil organizó la caravana. Aquella mula junto a otras setenta y seis compañeras, intentarían llegar hasta el corralito donde se defendían los hombres del comandante Benítez. Llevarían a sus lomos-como siempre- pesadas cargas. Municiones, comida y 10 cubas de agua. A nuestra mula le tocó llevar dos cajas de municiones, junto a ellas su conductor el acemilero cargó un acordeón.
La caravana formaba parte a su vez de una columna, compuesta básicamente por tropas de regulares que mandaba el comandante Francisco Romero Hernández. El 2º Tabor al completo, 2 compañías del 1º y dos escuadrones de caballería. Uno de estos últimos sería el encargado de dar protección a la reata de mulas. Lo mandaban el capitán Joaquín Cebollino, el teniente Carvajal y un oficial moro.
Las fuerzas de Romero van abriendo camino. En las alturas se sitúan las tropas de regulares, que son fuertemente hostigadas desde las lomas que rodean Igueriben . Las nerviosas acémilas deben sortear un mar de peligros hasta encarar la subida de la posición. Cebollino, con una maniobra de distracción, consigue atraer la atención de los rifeños. En ese momento los acemileros espolean a sus mulas y se lanzan sobre la subida. Tres compañeras de nuestra protagonista caen abatidas y se pierden sus cargas. Espoletas y granadas caen en poder del enemigo. En el mortal avance van cayendo un animal tras otro, otros resultan heridos. Las cubas agujereadas y las mulas encabritadas y asustadas, se extravían sin que los acemileros puedan hacer nada.
Finalmente los hombres de Cebollino consiguen entrar entre vítores en la cercada posición donde esperan sobre todo saciar su sed. Efímera fue su alegría. La mayoría de cubas estaban casi vacías y otras muchas se habían perdido. Aquella escasa ración de agua fue la última que recibieron hasta que cuatro días después abandonaron la posición.
En Igueriben quedan Nougués y Ruiz Osuna junto a los hombres que han podido llegar. Cebollino y sus hombres abandonan la loma en dirección al poblado de Amesauro. Difícil papeleta la de poder llegar hasta Annual. En su camino recogen a varios conductores que habían quedado rezagados o heridos. Antes de partir Benítez y el capitán de regulares deciden dejar allí a las pocas compañeras de nuestra mula que no habían muerto en el empuje. Sesenta acémilas y caballos mueren intentando llevar agua y municiones hasta Igueriben. Sin embargo nuestra mula, herida, no llega a entrar en la posición, Se ha perdido y esa será su salvación, ya que sus pobres compañeras quedarán entre el parapeto y las alambradas, siendo en pocos momentos aniquiladas.
Difícil saber que fue de nuestra mula. Debió vagar entre barrancos y desfiladeros, sorteando peligros y sometida al tormento de la sed. Sin embargo su instinto de conservación le guió de nuevo hasta Annual donde apareció tres días después, herida por dos balazos y sucia de polvo y sangre. A sus lomos aun portaba las dos cajas de municiones y el acordeón de su conductor. Tal vez aquel instrumento le salvó la vida, ya que dos balas habían impactado sobre él sin alcanzar a nuestra protagonista.
Sin mucho tiempo para descansar, nuestra desconocida mula tuvo que afrontar otra desbandada. Esta vez aun de mayores y funestas consecuencias. Tendría que luchar con todas sus fuerzas ya que muchos hombres se batirían entre ellos para subirse a su lomo. Atravesar un largísimo camino, correr entre cadáveres de soldados y ser testigo de la aniquilación de casi todas sus compañeras presentes en Annual. Ignoro de donde sacó fuerzas, tal vez alguien la guió. Pero el caso es que en octubre de 1922 el corresponsal de El Toledano, Carlos Guillén, la encontró en las cuadras de la comandancia de intendencia en Melilla.
Guillén intentó acercarse a ella pero desistió ante la mirada que de soslayo le envió nuestra mula. El sufrimiento, las heridas y privaciones habían agriado su carácter, pero no su valor. En honor a ello y al no poder premiarla de otra manera se le libró de todo trabajo y fue rebajada del servicio.
Nunca sabremos quien fue su acemilero. Todos los hombres de la comandancia de intendencia (1 oficial y 30 soldados) que se hallaban en Igueriben murieron en combate. Tan solo escapó con vida el soldado Francisco Alamino, que hecho prisionero fue trasladado hasta Axdir. Murió en cautividad el quince de diciembre de ese mismo año. Tampoco sabremos que ocurrió con las 5337 cabezas de ganado restante. La mortalidad debió ser altísima, por eso esta historia quiere recordar el sacrificio y el servicio que aquellos pobres animales prestaron al ejército del general Fernández Silvestre. Ellas también forman parte de aquel ejército de desaparecidos.
Libia es un invento de la descolonización. El país ha estado dividido siempre en tres zonas: la Tripolitana, la Cireinaca y el Fezzan. Como durante el colonialismo la zona de lo que actualmente es Libia pertenecía a Italia, se creó este ente con fronteras rectificadas (bastante rectas) y se le adjudicó a un rey que era uno de los “notables” de la región llamado Idris. Posteriormente apareció Gadaffi dispuesto a salvar al país primero y, posteriormente, al mundo árabe. Finalmente, Gadaffi se tuvo que conformar con salvar sólo a Libia al constatar que los otros países árabes ya tenían a sus salvapatrias propios.
En la época romana existían dos regiones con gobiernos propios (Tripolitana y Cireinaca, los romanos no llegaron a controlar el desierto)
Bajo el Imperio Turco ocurrió algo similar, la Tripolitana y la Cireinaca estaban gobernadas por beys diferentes, que a ratos hasta se hacían la guerra entre ellos. El Imperio Turco actuó más como franquicia que aportaba barcos y algunos miles de soldados contra los españoles* cuando éstos se hartaban de los ataques y razzias piratas y contraatacaban. Pocas veces ejerció un poder real sobre la zona.
La historia de la Tripolitana y la Cireinaca ha sido más o menos paralela. El Fezzan ha sido una zona “independiente” dónde lo más parecido a un ente territorial fue la cultura de los garamantes y posteriormente hubieron “reinos-grupos de bandidos” de tuaregs que controlaban las rutas de las caravanas con extensiones muy diferentes según las épocas y el poder de estas cofradías-familias-grupos de bandidos. Lo habitual es que la “capital” estuviera en la región entre Murzuq y Sabha. Los turcos ejercieron un poder más o menos nominal en la zona y según épocas.
En el post os pongo las zonas históricas (en las divisiones actuales adaptan estas regiones a los límites geográficos del país) y un poco de los garamantes
Es curioso que el pais sigue dividido en esas tres zonas, con actitudes de la población diferentes, incluso en la guerra que los ha enfrentado hasta hace unos días.
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