El rey Alfonso V “El Magnánimo” regresaba hacia sus dominios de Aragón por mar tras una exitosa campaña con la que había refrendado su poder en Sicilia, Cerdeña y Córcega, además de abrir una vía casi definitiva para su posterior acceso al reino de Nápoles frente a las aspiraciones del francés Luis de Anjou.
En la travesía de retorno, por las costas continentales, Alfonso organizó un ataque a Marsella, fortaleza de su gran rival al trono napolitano, entonces con débiles fuerzas defensivas por haber sido enviadas al lugar del conflicto en el sur de Italia.
Sin embargo, la ciudad medieval de Marsella tenía una fuerte infraestructura defensiva: estaba rodeada de una notable muralla que la envolvía por todas partes excepto por la rivera superior del puerto viejo constituido por un profundo estuario cerrado por una estrecha bocana donde, en cada lado de la misma, se situaban bastiones encastillados, además de que dos trozos de una gran cadena impedía el acceso por mar.
El 20 de noviembre de 1423 toda la flota aragonesa se reunió en una isla del archipiélago de Frioul, llamada Pomègues. El asedio comenzó sobre uno de los dos fuertes señalados: la torre de Maubert. La táctica fue amontonar toda la madera posible en la puerta leñosa del bastión para, a través del fuego, sofocar a los defensores con el humo. Tras algunos intentos infructuosos se logró el objetivo. Con la deposición de las armas francesas se produjo la ruptura del extremo de la cadena allí sujeto que dió el paso definitivo a la flota.
Accediendo al muelle norte del puerto no protegido, atacaron la ciudad luchando casa por casa, sometiéndola finalmente al fuego y al pillaje, expulsando cualquier posible resistencia.
En el transcurso del pillaje los aragoneses se apoderaron del convento de frailes menores, donde se custodiaban las reliquias de Saint-louis d’Anjou (muerto el 19 de agosto de 1297 y canonizado el 7 de abril de 1317), a pesar de que estas fueron escondidas preventivamente.
El 23 de noviembre, el Magnánimo reagrupa sus fuerzas y retornan con la flota al archipiélago de Frioul llevando como trofeo las reliquias de Saint-Louis y los dos trozos de cadena del puerto, y de allí parte para Barcelona, donde atracó el 9 de diciembre.
Las reliquias y las cadenas terminaron por fin en la catedral de Valencia, donde aún hoy pueden contemplarse.